Conciertos rock en Santiago

Creo no mentir si digo que, desde la llegada de la normalidad tras la pandemia, ningún concierto en los que estuve llegó a superar y ni siquiera igualar a lo vivido la pasada noche con el concierto de The Hives en Santiago de Compostela. El grupo sueco llegaba a la sala Capitol dentro del ciclo «O Gozo Fest» de Live Nation y la promotora gallega Sweet Nocturna. Pasaron unos largos once años desde su anterior trabajo, el lejano «Lex Hives» y aunque siguieron actuando en directo estos años, incluso en Santiago en la segunda edición del festival «O Son Do Camiño» en 2019. Pero ahora llegan con un buen disco calentito bajo el brazo «The Death Of Randy Fitzsimmons», un Randy Fitzsimmons misterioso y que aparece en los créditos como autor de todas las canciones, sin saber todavía si existe un sexto Hive en la sombra o es solo un juego de estos locos suecos.

Para comenzar a calentar el ambiente, aunque no hacía falta dada la calor que hacía, se presentaron el grupo escocés Bratakus formado por las hermanas Cuinn, Breagha a la voz y guitarra y Onnagh al bajo y voces, acompañadas también por un batería que no estaba a la vista (se supone que detrás del telón). Con un desgarrador punk distorsionado y su militancia en el movimiento femenista Riot Grrrl, comenzaron ya con fuerza en sus primeros temas como «Final Girls», «Real Men Eat Meat» o «Turnstile». Alternándose la voz cantante entre una y otras, cumplieron más de lo esperado con su rabia contenida en sus gritos guturales y desgarradores. Terminado el concierto de las Bratakus teníamos media hora de espera sin saber que llegaría un auténtico apocalipsis musical, originado por tres factores, una de las mejores salas de Galicia, la sala Capitol, un público entregadísimo y una banda que salió como una manada de toros desbocados desde el primer segundo de concierto.

Fue un auténtico chute de adrenalina directo al corazón como el de Travolta a Uma Thurman en Pulp Fiction. Comenzando con una marcha fúnebre por la muerte de Randy Fitzsimmons aquello explotó con la nueva “Bogus Operandi” demostrando que la edad no pasó por ellos, más bien todo lo contrario, estos cuarentones ofrecieron más intensidad y espectáculo en un tema que muchos grupos jóvenes en un concierto entero. Y es que el cantante Per Almqvist es todo un loco showman incapaz de estar quieto sobre el escenario, como si del Joker vitaminado se tratara, pasando al foso para cantar entre sus fervientes fans. Aquello era una auténtica locura, sudor, adrenalina, actitud y rock, mucho rock. Como si se tratase de una salvaje liturgia de aferramiento a la fe del rock con Per como sacerdote bautizando a la masa de público que abarrotaba la sala, y volviendo a hacer creyentes a los que veían morir el rock.

Tercer tema, “Walk Idiot Walk” y el guitarrista Niklas Almqvist desparece pero su guitarra sigue sonando…ah no, está en medio de la sala elevado sobre las manos del público que lo devuelven de vuelta al escenario. Un Niklas que junto a Per eran los más activos de la banda, con el guitarrista Mikael Karlsson y el bajista Johan Gustafsson (miembro del grupo desde 2013) en un segundo plano pero entregados a la causa sin un segundo de respiro, al igual que la potente batería de Christian Grahn. Y mientras aluvión de temazos tocados con la energía del punk, «Good Samaritan», «Go Right Ahead», «Trapdoor Solution», «I’m Alive» y un pequeño respiro con la épica “Stick Up” que precedió de nuevo a la locura con su éxito “Hate to Say I Told You So” con Per fundiéndose entre el público. Un público mayoritariamente de la edad del grupo, cuarentones como un servidor, aunque también había gente más joven e incluso algún adolescente, posiblemente llevado por sus padres para que no se descarríe del camino del Señor…Rock.

El tremendo espectáculo continuaba con «Smoke & Mirrors», quedándose completamente estáticos, cada uno en una posición, al finalizar el tema durante unos minutos, dejando al público impresionado y volviendo a ponerse de 0 a 100 al momento con «See Through Head», «Countdown to Shutdown» con la que se retiran del escenario. Al poco tiempo regresan con el pildorazo de poco más de un minuto de duración y cuya letra es únicamente su título, la exitosa «Come On» con toda la sala gritando al unísono este auténtico himno para recibir otra explosión con «Tick Tick Boom» con la que terminaron este espídico show. Fueron solo casi 70 minutos pero que convalidan como tres horas de cualquier otro grupo y eso se notaba en las caras de un público que todavía estaba en shock después del huracán sónico que arrolló la sala Capitol.

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