Crónicas conciertos Galicia

Texto: Sergi Abreu

Con poco más que un breve EP de cinco temas titulado Una idea, pero es triste y un par de singles en su haber, la banda madrileña La Paloma se presentó en la sala viguesa Radar dispuestos a obsequiar con una noche amigable que se cimentó tras un sentimiento de añoranza y una angustia guitarrera latente. Melodías sencillas y efervescentes, algún ramalazo pop descaradamente genuino y unas letras tan cotidianas y celebrables que lograron controlar los tiempos a la perfección a lo largo del set. Sin bises ni pantomimas, con todo calculado y con una naturalidad desmedida.

La Paloma es un grupo con una puesta en escena que funciona como un tiro y qué, además, gana enteros en directo mejorando un sonido que ya de por sí, suena interesante. Sus canciones arroparon y caldearon al personal y los contrastes que ofrecieron en plano melódico se fundieron con un torrente guitarrero totalmente entregado a la causa. Fue a eso de las 21.30 cuando arrancaría una hora de líneas de bajo acentuadas, de rítmicas coherentes y con un sucio y etéreo tándem de guitarras que casaron a la perfección con el lado romántico del público asistente. Por momentos la noche casi parecía el principio de algún tipo de movimiento contracultural y el noise pop de La Paloma calaba hondo en nuestros corazones.

A primera vista lo primero que pude observar, sin atisbo de equivocación, fue a un público en estado de eclosión que demandaba un último bis, lo cual es siempre una señal de buenos augurios. Los madrileños arrancaron su set con Sigo Aquí y con Ya Está y a estes dos les siguió Un Momento Oportuno, emulando el sonido de los mejores Pixies. Poco despúes, sonó El Adversario, que con un sonido extrañamente atronador logró cautivar al público a diestro y siniestro. A posteriori se lanzaron con Siempre Asi que se tornó en una apoteosis de medios tiempos encapsulada tras un muro de guitarra nostálgicas.

Con alguna que otra pieza nueva como Algo Ha Cambiado nos ofrecieron pinceladas más que esperanzadoras de lo que está por llegar, luego siguieron con el power pop de No Es Una Broma, canción donde cabe subrayar el excelente trabajo guitarrístico de Lucas Sierra. Más nuevos temas fueron apareciendo como Polvo y Tiré Una Piedra Al Aire mientras que el toque de catarsis dentro del caos llegó con Bravo Murillo, tema donde el público estaba tan metido en el concierto que cuando empezaron a sonar los primeros compases del tema de manera totalmente natural comenzaron a jadear a pleno pulmón (yo incluido) la letra de esta, momento especial y bonito. El tema que culminó la noche fue Palos, un momento en el que hubo ese conocido baile primario conocido como pogo y una sala entera replicando una misma frase “Quiero que me vuelvas a explicar lo que ha pasado!

La Paloma obsequió con un concierto al uso, uno como los de los de antes, en lo que notas que bien podría ser el comienzo de algo más grande, así que continuaremos soñando con unas ideas más ambiciosas. Un grupo tocando canciones de grupo y haciéndolo todo ello muy bien, una banda con hambre y con ideas frescas, cuatro chavales pasándoselo de perlas encima del escenario. Ellos estaban cómodos y el público lo notó, el resto del recital se hizo solo. Yo apostaría mas de una carta por La Paloma.